En una villa cualquiera
con portales y enrejados
con su plaza y un crucero
se ven desde todos lados
no muy lejos de la iglesia
a varios cipreses viejos
semejantes a los brazos
de gigantes acostados
implorando al firmamento
el perdón de los pecados
Están dispuestos en línea
contorneando al camposanto
mostrando a cada aldeano
sin distingo de posición
el lugar donde descansan
desde el inicio del tiempo
parientes y antepasados
con lápidas y epitafios
con nombres ya desgastados
y fotos tostadas al Sol
El ritual es siempre el mismo
familiares y vecinos
rezan en coro el rosario
seis hombres con el féretro
por las calles empedradas
el sino de la campana
apresura a las señoras
a cerrar los ventanales
“para que siga de largo
la muerte que anda en celada”
El cura y la ceremonia
los llantos y los lamentos
duran meses, tal vez años
continuarán las visitas
las flores y los “encuentros”
pero llegará el momento
en que los restos tendidos
tendrán sólo como amigos
los cipreses del recuerdo
los cipreses del olvido