El último gemido de la tarde
se aleja de las nubes con alarde
Un cárdeno reflejo se dibuja
y el índigo villano que lo empuja
observa con su luna de burbuja
al par de enamorados al que embruja
La noche y su secreto de alma clara
oculta un resplandor que se declara
detrás de una cortina que resguarde
el beso en un silencio que no cruja
tentando al vendaval que los separa
Cauce eterno del inmenso horizonte,
que acuna al tenue sol en su desmonte,
divisa a los amantes a lo lejos,
matizando su nimbo de bermejos,
coloridos rubores y reflejos,
que hacen a los ojos brillar perplejos.
El astro ardiente yace en el ocaso,
sueña con las musas en el parnaso,
allá donde residen, en su monte,
y del amor empiezan los cortejos,
desnudo cada amante al cielo raso.
Dulzura en la mirada del amante
dulzura de caricia desbordante.
Ternura en los dos cuerpos enlazados,
pasión en los besos siempre soñados,
furtivos en una noche encontrados,
momento de pasión, seres amados.
Testigo mudo del trance la luna
que con su brillo les arropa y acuna.
Contado el escaso tiempo restante
para seguir con cariños buscados,
gozar de lo que tienen por fortuna.
Es la luna un lunar en las estrellas
y su doncella es la más bella entre ellas
va besándola con sus tiernos besos
contemplándola en dulces embelesos
y le planta dos o tres besos de esos
la recorre con sus dedos traviesos
la abraza y sostiene en sus fuertes brazos
noche clara, se enredan en sus lazos
los luceros alumbrando sus huellas
se acarician los amantes confesos
la hierba es lienzo; sus cuerpos, sus trazos.
En el jardín de ensueño se han amado
De rosales su encuentro perfumado
Enlazando su piel en el latido
Y la luna en hechizo ya cumplido
Se retira del acto que es prohibido
con el sol, la razón ha amanecido
La promesa en la piel es impregnada
Y en jardín ya su miel es derramada
Se despiden en beso apasionado
Suplicando universo compartido
Implorando a su luna enamorada…
La aurora ha transmutado con fulgores
la faz en que conciben sus amores.
Producto de un siniestro encantamiento
su amado es desterrado al firmamento
lo mira en las estrellas con tormento
exilio que sin ella es sufrimiento
Y sólo el plenilunio lo regresa
Se aferra el corazón a la promesa.
-Te ruego, mi adorada, ¡No me llores!-
-¿Y cómo enmudecer al sentimiento?-
Pronuncia en sus sollozos, y lo besa.
Distancia que a sus fuerzas las agota
espacio que a sus deseos derrota.
Amarse con los ojos sin mirarse
soñarse en las estrellas sin tocarse
sentirse con la piel sin abrazarse,
besar en pensamiento sin rozarse.
Buscando sobre las nubes su faz,
sintiendo su presencia tan tenaz.
El dolor en sus rostros se denota,
el sabor en sus labios sin besarse,
no se olvidan del amor contumaz.
Mefistófeles calma a la doncella,
susurrando mentira blanca y bella,
a tu amado te puedo devolver,
a sus brazos, sus besos y querer,
con un pacto sellado con poder,
con tus ojos tan dulces lo has de ver.
La doncella con gusto su alma entrega,
un cometa nocturno se asosiega,
y en la noche, destella aquella estrella,
un cometa la besa por doquier,
y la dicha le llena, le sosiega.
El conjuro es el fin de aquel tormento,
la pasión el principio al sentimiento,
esas lágrimas plenas de pureza,
las de aquellos que anhelan la belleza
de su amante, patrón de sutileza,
el feliz colofón de la tristeza.
Él, gozoso regresa, espera ufana
ella, cual luz solar a la mañana.
Y es la brisa de un suspiro el aliento,
que mantiene el amor con más firmeza,
acercándolo presto hacia el nirvana.
Transparente y volando ya el latido
Penetrante e incesante ya ha vencido
Es su unión plenilunio reflejado
en destino de cielo plateado
El sentir de sus almas ha cruzado
dimensión de un destello inexplorado
Es la paz y la calma del amor
Susurrando gemidos y clamor
Es vibrar en un mundo inadvertido
que en dorado los hilos ha enhebrado
deshaciendo prejuicios y pavor
Y si un día divisas en el cielo
resplandor de deseo y terciopelo
Ya sabrás que avistaste a los amantes
que recorren con besos desbordantes
universos, planetas tan distantes,
sus fulgores palpitan deslumbrantes.
Los luceros amándose en lo eterno
y su luna rebosa por lo tierno
y lo grácil del trazo de su vuelo.
Les regala sus visos tan brillantes,
a su amor, plenilunio sempiterno.
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Jotabeí