Entonces la tarde se hizo atardecer.
El tiempo del sol había pasado,
sus reflejos abrazaban la noche
de maneras urgentes.
Impetuoso ocaso de mar
Y como si fuera una fuerza indomable,
aparecieron las lágrimas de plata,
que también son las lágrimas
del vino de las confesiones
lágrimas saladas.
y un ardor en las mejillas.
Y después la soledad,
lo que pudiera haber sido
y el tal vez
clavado en mi costado
impiadoso
hiriente y despechado.
Y en esa huella de recuerdo,
irrumpiste y supe que eras adiós.
Y volví al laberinto de las edades,
a los días
a los constelados lapsos
donde todo se detiene.
A la memoria selectiva,
y a las horas desangradas
que flotan como sargazos sin rumbo.
-Loco tiempo que vuelves sin permiso.!!