Estas calles lacónicas se expresan
por la voz, por el timbre de los cantamañanas,
en ellas hay maleza, también tronos de ébano,
flores en los balcones, agua para mascotas,
un runrún de reflejos que luce en cada esquina,
haciéndose la luz más mesopotámica,
con sus ríos de aire en dos corrientes,
con mitades de idas y regresos,
de aquí nada conozco, el silencio que irrumpe
no se rompe jamás con jarana o verbenas.
Insta a los cuatro vientos,
con sus altas frecuencias,
no son los rascacielos, tampoco las alturas,
los que crean palabras, que acaban suicidándose.
Estas calles no son testigos del delirio,
han habitado solo la intemperie moral,
y les ha funcionado, tal vez la vaciaron,
y hoy y ahora y ya, mis poemas planeen
lejos del centro inhóspito del tiempo.
Estas calles ignotas no son acaso igual
que la piel de tus labios,
vivo entre dos países y una isla,
y segrego saliva imprevisible,
estas calles no hablan,
no para los demás.
edificios orlados con espejos,
aquí somos culpables por evitar visiones.
En estas calles líricas acampo,
con desnudez, también desinhibido,
antes de que el cristal me convierta en limosna…
Para el recuerdo…
En desaparición para mi época.
Ensimismadas calles…
Que resultan un pozo de complejos…
Pues todos evitamos el…
Roce del intelecto, de lo superficial.
Mis gestos y caricias los controla el placer.
Lo sobrenatural viene a ser el deseo
de desear la vida, otra quizá…
Y muchas otras más.