Detrás de las palabras siempre queda
una queja, un desgarro de la Parca,
formularios que gimen, esa charca
de incienso y podredumbre que me hospeda.
Ese terco sonido donde enreda
la vida su equimosis y remarca,
entre aullidos, que el tiempo es el monarca
sangriento, la respuesta y su moneda.
En el hueco que dejan las respuestas
se oculta ese veneno, esas propuestas
que,apenas, si nos sirven de coartada,
memoria de un espejo sin latido,
de una existencia inútil, desmedido
osario de un silencio enajenado.