Las noches silenciosas

En las noches silenciosas te recuerdo, caminando en la acera de enfrente, tratando de pisar tu sombra, pensando que algún día serías capaz de adelantarla.

En noches silenciosas te recuerdo despreciando y temiendo, cambiando de acera y desconfiando de esa gente que decías que sólo necesita una oportunidad.

Cansada, deseosa de llegar a casa, quitarte los zapatos y acostarte a mi lado.

En noches silenciosas el silencio roto por el agua que cae a ráfagas desde lo alto de la ducha y tu respiración dormida me reprocha haber roto mi promesa de arreglarla.

La misma idea cada noche, en noches silenciosas, cuando empiezo a pensar que no dices lo que piensas, que acumulas rencor, disminuyes afecto y degradas mi imagen.

Sé que algún día llegará el dolor, decido permanecer impasible, rechazarte antes de que tú lo hagas: Necesito descansar, no me toques, no hables, no te muevas, no molestes, te lo reprocharé todo: tu conducta inadecuada y tu déficit de esfuerzo.

En resumen, trato de sacar a la luz todos tus defectos que nunca he encontrado y te rechazo porque los míos los conozco bien.

Y aunque me repitas mil veces que me quieres yo nunca te creeré. Sé que me dejarás, provocarás desolación aunque no quieras, lo harás tan pronto que ya duele.

Golpeo primero pensando que todavía estoy a tiempo y bebo más de la cuenta para distraer la mezquina satisfacción que siento al pensar que esta vez yo ganaré y serás tú la que me eche en falta.

Consigo echarte tras mucho insistir y ahora son eternas las noches silenciosas, en las que ya no me pregunto por qué sigues a mi lado a pesar de todas mis ofensas.

Ya no te considero estúpida ni te desprecio. Me pregunto si piensas en mí, si echas de menos el silencio de mis noches.

Cuando el tuyo se vuelve ensordecedor lo rompo llamándote desde un número oculto. Dejo sonar un par de tonos y cuelgo inmediatamente, después de escuchar tu voz. Mi corazón bombea esperando que te des cuenta de que tienes que devolverme la llamada y decirme cuanto me echas de menos.

Y vuelve el ruido, los coches, las conversaciones privadas en los transportes públicos, el dolor de cabeza, las legañas y el estómago revuelto, la leche calentándose en los bares, el constante teclear y el tic tac de mi jornada laboral, los teleoperadores incansables, las risas de los niños camino del colegio y nuestros planes de paternidad frustrada, la vida imaginada, las preguntas invasivas, los artículos polémicos, facebook, twitter, opiniones que no respetar, revoluciones estáticas, lecciones que mejor no aprender, fotografías e imitaciones chinas de vidas felices.

En el cine, el olor a palomitas me recuerda cuando me decías que huelen mejor de lo que saben.

En la oscuridad, el polvo tapona mis lagrimales y me impide llorar tu ausencia.

En compañía, mi máscara le cuenta a todo el mundo las maravillas de mi nueva situación.

En casa, miro el reloj de arena y pienso que algún día podré mudarme a su interior.

Bajo la arena, tu recuerdo no podrá encontrarme y, taponados los oídos, no volveré a escuchar tu silencio.

4 Me gusta

Muchísimas gracias por leer!

1 me gusta