Dicen que el destino tiene manos,
que mueve hilos como un titiritero ciego,
que junta almas en cafés olvidados
y las separa en estaciones sin regreso.
Nos puso frente a frente sin aviso,
como si supiera que el universo temblaría,
como si tu mirada fuera el eclipse
que mi alma esperaba desde otra vida.
Pero también nos dio caminos rotos,
cruces sin señales, relojes sin tiempo,
y aunque el corazón gritaba “es ahora”,
el destino susurraba “no aún… no siempre”.
¿Será que fuimos ensayo de eternidad?
¿Un boceto en la libreta de los dioses?
¿O simplemente dos notas que armonizan
solo en sueños, nunca en voces?
A veces creo que el destino se equivoca,
que juega a ser poeta y nos escribe mal,
pero luego veo tu recuerdo en mi sombra
y entiendo: no era error, era señal.
Porque aunque no estés, estás en mí,
como el viento que no se ve pero se siente,
como el destino que no se entiende
pero insiste… y persiste… y no miente.