Hay un fresno viejo,
al costado de una calle
que solo existe en mi memoria.
A su sombra duerme un perro.
Un perro libre y sin nombre,
bajo una nubecita de moscas.
Sonido de verano perezoso,
de azul y fuego,
sobre los baldosines
de nuestro patio.
Una chicharra ruidosa
espera a su amado
bajo los brotes de dalia.
El calor teje a pedido,
en su morada de sol,
una cortina de plata,
con cintas de agua.
¡Cómo juega la luz
entre el vidrio viejo
y las ilusiones nuevas!
Se estrella el color
contra las paredes
descascaradas.
Ojalá, siempre que vuelva,
pueda llevarme,
de esta casita
el aroma a jazmines,
de ese tiempo que nace…
Una sensación
que el amor riega
entre la gente
cada noviembre.
Hay un fresno viejo,
al costado de una calle
que solo existe en mi memoria.
A su sombra duerme un perro.
Un perro libre y sin nombre,
bajo una nubecita de moscas.
Hermoso poema !!
Ojalá, siempre que vuelva,
pueda llevarme,
de esta casita
el aroma a jazmines,
de ese tiempo que nace…