El ojo críptico de la visión oscura,
las puertas negras de la sombra.
La mano de las mil garras sangrientas,
y los rasgos de la bestia dormida.
La entrada a la vanagloriosa locura,
la venganza de las miradas prejuiciosas.
Hurgando a hurtadillas la vergüenza,
de los ultrajados para la desgracia.
Mortificados y reverenciados cadáveres,
en la locura y destrucción de las masas.
Psicópatas enfurecidos con los infantes,
y la muerte es la única penitencia.
La justicia de la sangre a las viseras,
para los psicópatas y los enfermos mentales,
y un sólido muro donde golpear,
el cráneo con artera furia.
Disparos y puñaladas, en las calles negras,
violaciones y enfermedades en las alcantarillas.
Los humanos son las ratas que pululan,
y el mundo es un infierno para las almas.
Los gritos lejanos y los alaridos cercanos,
los gemidos de placer ante las heridas abiertas.
Los jueces y los dictadores bebiendo juntos,
el jugo de las tripas de sus condenados.
Las masacres y las purgas en fuego y fieras,
los valientes son cobardes corderos.
Y de entre todos ellos nació un nuevo redentor,
que fue también el mayor genocida.
El ojo críptico dictamina: el mundo es una caldera.
Y en esa caldera se cocina lentamente,
la carne de las almas oscuras.