La veneno

Montserrat observaba el cuerpo desnudo de su joven amante sobre la cama, ella diez años mayor que él aún estaba en la flor de la vida. Sus apetitos sexuales son como el magma de un volcán y se considera muy exigente con sus parejas de juegos. No quería oír la palabra “gatillazo” ni “es la primera vez que me pasa”, ella lo da todo, el doscientos por cien o el mil y pedía a cambio el mismo pago, la misma energía.
Nunca encontró a su hombre ideal, consideraba que la gran mayoría ponían sus egos y su machismo por delante de lo más importante en una convivencia que era compartir todo a medias y ejercitar un hogar desde la misma base de igualdad. Su listón era demasiado alto para el nivel con los que se media pero como dice… en plazas mayores he toreado y no me vale cualquiera.
Montserrat trabaja envenenando gente, lo hace de manera lenta y no siempre a los mismos pues aunque tiene clientela fija en su restaurante muchos son de paso y no alcanza a matarlos como a ella le gustaría. Tenía una buena colección de venenos traídos de sus viajes por latinoamérica e indonesia que guarda a buen recaudo en su caja fuerte personal, variando el tipo de veneno a usar dependiendo el estado de ánimo.
Lo cierto es que no tiene manía a la gente, se siente agradecida por el calor con el que fue acogida cuando abrió el restaurante “El termitero”, el quinto que abría en los últimos años pues cuando el número de cadáveres se volvían demasiado sospechosos cambiaba de ciudad y participa íntegramente en los valores de la comunidad con donativos, rifas y subastas a favor de los más desfavorecidos. “Los pobres no tienen la culpa de que me guste asesinar y ver como se van muriendo lentamente mientras vienen a contarme sus penas”…
Montserrat de creencias firmes en cuestión de religión no falta un Domingo a la misa de las doce y deja una buena limosna en el cepillo quizás intentado ganarse el favor del cielo cuando se muera y sea juzgada por todos sus crímenes silenciosos, aunque en el trabajo jura y perjura en vano cuando no hacen lo que ella manda y se encoleriza cargando la mirada de sangre como apuntándote la matrícula para ser el siguiente en probar su veneno.
Le gusta la sensación que la cocaína produce en su organismo es su particular vibrador sensorial para evadirse de la realidad y aunque se considera de consumo responsable a veces los tiros le salen caros y acaba en una orgía de depravación y una sed de ver esquelas por el barrio homenajeando su oscuro hobby.
Montserrat odia pensar que algún día cuando ella saque sus memorias a relucir y vean todo lo que ha hecho la consideren una especie de viuda negra pues nunca ha pasado por el altar para que se le atribuya tal mención y le gustaría despedirse haciendo mucho ruido cuando sus últimos frascos se queden vacíos por ello su gran golpe le vino aceptando un catering para una comida de investidura donde estarán todos los grandes políticos de la nación y el futuro presidente.
Su sonrisa es notable al fin lo ha conseguido, dejara su gran huella en el mundo, preparando todo como una gran fiesta de fuegos artificiales, usando los venenos más mortales lo regó todo con su magia, repartió el trabajo entre sus empleados, los mando al evento y se dispuso a hacer sus maletas, se vistió de playera llamó a un taxi y desapareció.

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