Las esquinas lloran
la luz arrebatada;
deshidratadas de verde
olor a despedida.
Escalones desafiantes
se estrechan
en la frente
de un suelo marchito.
Paredes miserables
exudan juventud
con gotas de dolor
y palabras sin cauce.
Exánime refugio
despojado de niños:
la urbe,
acrecienta el caudal
de horas secas;
y en las calles
se sacuden las almas;
bregan en torbellinos
de calor angustiante.
No sonríe
el ángulo
en la falaz esfera.
Estalla
en cada arteria
un sueño errante
dibujado en el sol;
agonía de siestas.
Avenidas fantasmas
secretan el color
disipado en el hambre
del amor olvidado.
Las alfombras del éter
desmayan
en pavimentos;
Y el brillo
de los astros
silencia la euforia
de un ardor enfermo.
No sonríe el ángulo,
como otrora el mundo.
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