Me pregunto
qué puede hacer la pluma del poeta
cuando llega el día —infausto—
en el cual
ni la conciencia le presta el grito,
cuando el borde del abismo
solo es la línea
que delimita el latido,
y el pulso
se detiene obviando las palabras.
La tinta se hace otoño.
Quizá,
conozca entonces
el desgarro del vacío
en la mano que otrora germinaba,
y el rostro pétreo de aquella miel
a la que llamaba musa.
Interesante poema que me hace preguntar si será que la musa se hace otoño y obvia las palabras, como expresas en tu bello poema. Escribir mientras se pueda. Muy inspirador.
“Quizá,
conozca entonces
el desgarro del vacío
en la mano que otrora germinaba,
y el rostro pétreo de aquella miel
a la que llamaba musa.”
Tremendo de hermoso este poema, compañero, como bello es su título!
Que tarde ese día infausto y mientras tanto sigamos escribiendo…
Un abrazo, Luis Ángel.