Sin pensar en su fin anda la tarde.
El tiempo le va creando aromas
picantes y alegres, fuertes y suaves,
quiere olerlos todos como una novia
y juega a probarlos por todas partes.
Derrama alelíes tintos de soles,
con alhajas de luces se adorna sola;
con carmín se pinta, roja de amores
y los arreboles la cubren toda.
Viéndola arde el aire tras de los montes.
Las aves volando se vuelven locas,
intentan pintarse nuevos colores.
El sol amoroso también las copia.
Mientras la tarde aguas de nubes sorbe,
su amante la enciende y la quema toda.
Traspasada de luz la deja herida
y llenos de nácar los aladares.
Encendida de amores sin medida
quiere henchirse de sol. Su única amante.
Se pone oros nuevos que lo deslumbren.
Tiñe de púrpuras todos los aires.
El sol con las nubes hace una lumbre,
y plena de amores la tarde arde.
De puro contento ríen las brisas.
Revueltos de luces y aromas frescos,
los aires, riendo, bailan al verlos.
¡Cómo la quiere el sol!, cantan sus risas.