Hay una puerta delante de mí
que se abre de par en par.
De allí, palabras, abrazos,
sueños y pesadillas,
emergen como liberados al fin.
Entra la luz y un poco de polvo,
nadie ha muerto por desempolvar historias.
Pero yo solo admiro
ese pequeño paisaje
que se vislumbra.
La brisa que se cuela
y respiro profuuundo,
porque el oxígeno contenido se había transformado en dióxido.
Veo las sonrisas
que perdonan,
las acciones
que redimen,
la culpa
que pierde su agarre,
la soledad
que se disipa como niebla entre frailejones.
Un café caliente
con la redención.
Así se ve esa puerta abierta
después del óxido
y las bisagras trabadas.
Yo sé que tal vez,
en algún momento,
se volverá a cerrar.
Pero, por ahora,
le construiré una mirilla,
para ser capaz de ver,
a pesar de la oscuridad.
Marian Godoy