La Navidad de Don José

Don José tiene un gran balcón desde donde puede ver toda la ciudad. Algunas tardes se pone la mascarilla y sale a comentarle a los vecinos, que asoman a tomar aire, que está pasando esta temporada acompañado de dos gatos, un televisor, un viejo piano. Y les cuenta que su familia se encuentra lejos.

El pobre de José no ha salido a la calle desde marzo del 2020 y no permite que lo vengan a visitar, porque tiene miedo contagiarse. Todo le llega por delivery, gracias a un vecino que lo ayuda con su móvil, y al que toca la puerta cada quince días, y antes que abra le desliza una hoja bajo la puerta con la lista de productos que necesita. No es muy exigente, a sus 80 años vive con muy poco.

Don José no ha visto amigos, familiares, ni conocidos, y no piensa verlos por unos meses más. Por eso va a pasar la Navidad con sus dos gatos, su viejo piano, su televisor y su balcón que, a su parecer, lo conecta con la realidad.

Para la noche del 24, José ha planificado tener una mesa navideña, con una cena que el restaurante que le lleva todos los días el almuerzo, le ha ofrecido. Los vecinos lo invitaron, pero él no quiere incomodar… ni quiere contagiarse. Y mientras cena, prenderá el televisor y esperará las 12 para beber el champán, salir al balcón y desearle a todos Feliz Navidad. Ha pensado que quizás la olla vieja que usó para las protestas le pueda servir para hacer ruido, pero mejor la reserva para el año nuevo, porque cohetes no habrá. Solo aplausos y vivas.

Don José vive en su pequeño mundo de fantasías, aún ilusionado por las navidades pasadas, buscando repetir cada año aquellas que vivió en compañía de sus padres, antes que la casa en la que vivían fuera arrastrada por un aluvión, allá por 1954.

La cena está por llegar, le avisaron la hora en una hoja impresa que le llegó junto al almuerzo.

Del otro lado de la puerta, un pequeño hombre, con una caja grande, mira de reojo atrás suyo, y toca una vez, pero en esta circunstancia la emoción le hace dar un par de golpes más de lo acostumbrado.

  • ¿Quién es?
  • Señor, soy el repartidor de la comida, le traigo la cena de Navidad.

A José no le importaba que sea siempre la misma voz, y cuando abría la puerta, ver a la misma persona trayendo el delivery. Pensaba que a lo mejor era el repartidor designado para su zona.

Abrió la puerta y recogió el box, preparado especialmente para la ocasión, con cinta dorada y un piñón en el medio, dando las gracias al hombre, que mantenía prudente distancia, enfundado su rostro, como siempre, en una mascarilla de tela, y sobre ella un protector facial de plástico transparente.

Cada vez que llegaba, el hombre echaba una mirada al interior, para enterarse cómo vivía el viejo, y lo que siempre veía era una casa envejecida, oliendo a moho y a naftalina, como huele el interior de los antiguos roperos. Pero esta vez la curiosidad fue más allá, y mientras José llevaba la caja al interior, dejando de manera inusitada la puerta abierta, el hombre la empujó con el pie, alcanzando a ver el viejo televisor, y sobre un mueble, más allá, a dos gatos que no se movía, rígidos, al parecer disecados, como vigilando el recinto sumido en la penumbra, con algunos adornos propios de las fiestas navideñas, muy desgastados por el tiempo. Solo el viejo televisor parecía ofrecer un poco de luz intermitente y el ruido altisonante de los comerciales.

Al rato salió José con una moneda en la mano.

  • Gracias señor, tenga usted.
  • Oh, este, gracias, que pase una feliz Navidad.
  • Usted también.

Una vez cerrada la puerta el hombre volteó, y los vecinos que habían estado escondidos salieron a darle las gracias con una palmada en el hombro por haber ayudado todo ese año a Don José.

Gracias a ustedes también . No hubiésemos podido ayudar a nuestro vecino mayor si cada uno no aporta lo necesario para que pueda sobrellevar esta situación.

Luego los vecinos buscaron a Doña Julia, que preparó la cena navideña y le dieron una mirada de aprobación, regresando todos a casa, contentos por haber hecho posible la Navidad de Don José.

Esa noche, a las doce, José salió al balcón a levantar su copa de champán y pedir por sus padres, sus hijos, sus gatos y toda la humanidad. Mientras en todos los balcones se podía percibir una controlada algarabía, distinta a la que vio años atrás, cuando había razones para creer en la Navidad.

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Feliz Cumpleaños :birthday: y Feliz Navidad :christmas_tree: compañero. Un abrazo.

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Muy agradecido y halagado por el saludo querida poeta. Felices fiestas para ti también. Un abrazo.

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