La memoria perdida

Yo ya había estado aquí antes. Yo ya lo había visto todo: levantamientos de templos erguidos al sol, grafitis en cuevas diciendo “el hombre pasó por aquí“, el origen de las primeras sociedades, la creación todas –la misma- cultura, guerras, construcción de religiones, filosofías e irrealidades, la peste, los amores y las pasiones que conducen siempre al hombre a la verdad o a la muerte. Había aprendido todas las lenguas, todas las palabras del mundo en todos los idiomas, cada vocablo y significado. Me había memorizado cada enciclopedia y diccionario. Yo ya lo había visto todo. Había presenciado absolutamente todo. Lo sentí, lo exprimí. Pero lo olvidé. Como el sfumato en una pintura de DaVinci se fueron disolviendo mis pisadas por la tierra, hasta perderse todo contorno, olvidar la línea, borrar el origen. Y entonces, las siluetas de los sueños que algún día fueron arte o ciencia o las raíces, se fueron revolviendo con el agua de la marea que trae arena, conchas, algas y la memoria junta de todos los hombres que han pasado por el mundo. Yo lo olvidé todo, como el resto. Y ahora nadie se acuerda de nada. Por eso ahora es que aquí estoy de nuevo. La misma barca, el mismo tiempo, todos los tiempos. Yo ya conocía el azul y el olor de las amapolas y también el sonido de la lluvia que se parece al del viento cundo corre libre en los desiertos. Anduve por todos -el mismo- sendero. Pero así, sin más, de pronto un día lo borré, y ahora soy capaz de sentirlo como si fuera la primera vez en miles de años. La risa de los que se hacen los muertos y el llanto fingido de los que aseguran no haber querido nacer jamás. Yo ya había nacido. Pero lo olvidé. Ahora es que nazco de nuevo y vuelvo a llorar. Porque he perdido toda memoria, la mía y la de los otros, lo que nunca se olvida pero esta ocasión todos fingimos otra vez olvidar. Yo ya había estado aquí antes. Y sé que volveré a estar.

Víctor Daniel López
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