Por el soto bosque caminando va la estela
a penumbra y a tientas y en la mano una vela
sobre una piedra se postra un escarabajo de oro,
ella afina su vista y lo observa paciente
mientras el insecto se escabulle por una vertiente
cayendo en el río cristalino que añoro.
En la tierra las ranas croantes vecinas,
en el cielo la luna y brillantes celestinas
y la estela de blanco sobre la fronda se posa.
¡Ay! Que la naturaleza la invoca y la invita a una fiesta
encantada y enervante con un libro en la cuesta,
como un ave se prepara, se acicala fervorosa.
En la cúspide de la cascada ve al jaguar vigoroso,
con el amarillo deslumbrante de su pelaje sedoso
que presumido se contonea frente a todos los invitados.
Los odonatos le juegan con su cabello rizado,
las mariposas de papalote le cubren lo desnudo
de sus dedos tinteados de frutos colorados.
¿Qué será que todos quieren a la estela lejana?
Pues su jardín está lleno de Argemone mexicana ,
el amarillo los seduce y obliga a olfatearla,
indefensos, desdichados mortales, sólo quieren amor
no ven que la estela Andrómeda y la flor
errante, de todos, tuya y mía, imposible profanarla.
Poema dedicado a mi amiga y colega de carrera, amante de la vida en la tierra: A. R. I., para celebrar nuestra amistad y la luz que sin querer derramó sobre mi vida.