Un día la Diosa vino y dijo:
Soy la muerte de las muertes,
el ritmo de los ritmos,
el verso que nunca escribirás.
Un día vino la Diosa, yo me arrojé a sus rodillas
Y la Diosa hincó sus uñas en mi garganta
Vino a escucharme gritar, imaginé entonces:
¡Sálvame oh enjoyada, de esta hambrienta medianía!
¡Sálvame de mí y de ti en este verso de podredumbre mística!
Un día vino la Diosa y me ordenó enérgica:
!Canta¡
Y es por eso entonces que existen estos versos.
Fragmento de: Raúl Ríos Trujillo. “Liberdade”. iBooks.