La deformidad del lado bueno de las cosas

Cuál es
tu mayor miedo,
cuéntamelo
al oído,
como una declaración
de amor;
déjate ser
más humano ante
mis ojos.
Bailar un vals
en soledad,
no aprender el violín
de tus pasos;
ser un oasis vacío
y no guardar la sed
de compañía
tras la palmera.
Es aterrador pensar
que no puedes correr
por tu vida,
ningún lugar
es hogar seguro
si tú estoy en él;
no puedes huir
conmigo de ti
sin romper algunas leyes,
todo lo que tocas
me rompe,
no puedes esconderme
en la luz.

Cuál es tu mayor
temor,
cántalo como una nana
a los niños
de altas lunas,
peina las sombras
con astros
que alojan pesadillas;
déjate ser
más imperfecto
ante mis ojos.
Notar la mano
apretando el corazón,
como si exprimiese
las horas
dolientes en juventud,
los ojos volver
envueltos en torbellinos
grises
para sofocar
lo último que queda
del verano;
la diversión
no te entiende
si no eres ciudad
y no hay rincón
de flores que pueda
llenar
ese hueco de interruptores
gastados
a las que llamas ideas.

Cuál es tu mayor
vergüenza,
escríbela
como poesía
en las estrellas
y las arterias
de la música que suena
en la nostalgia
de esa fracción de universo;
déjate caer
ante mis ojos.
La calle está vacía,
de madrugada
los auriculares estallan
en la parada de autobús,
el pulso es visceral
y los ojos te lloran
los pulmones
que cubres de telares
de incertidumbre;
el tiempo se ha pospuesto
hasta mañana.

Te vi echándote
un cigarro a la boca,
a los días bañados
en alcohol,
me sorprendí mordiéndome
las uñas;
todos debemos morir
de algo.
Me gustaría
arrancar los ojos
de sus desorbitados planetas
con tal de mostrar
que no hay divinidad
en sus cuencas,
sólo quiero ver mi mirada
a través de ojos
más simples
y menos cobardes.

Quizá consiga
descifrar la deformidad
del lado bueno
de las cosas.

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