¡Oh! bosque encantado
que diriges mis pasos
por corrientes cristalinas
poco antes de que el remolino
ahogue mi sombra.
¡Oh! valle dorado donde duermo cada noche
para cuando llegue el día el cielo pueda ver.
Todo lo ocurrido no es tanto,
todo lo que muero va sanando si confío,
si deseo y si me siento dispuesto a respirar.
Las noches de luna llena son frías
y veo el mundo del derecho y del revés
merodeando por mi valle a través de sus esquinas.
Y se muy bien a donde voy
en este viaje a cualquier parte,
libre como un canto, ansioso como él hambre,
decidido a gritar en el silencio
de la noche indefinida.
Arcoíris de cristal en un cielo porcelana.
riachuelos transparentes
en la eterna oscuridad
que se vierten en el valle dorado
donde cada mañana puedo despertar
-¿que más puedo desear?-
El mundo gira a mi alrededor
sin apenas darme cuenta
y el tiempo no existe
y como digo no hay tiempo
para dejarlo escapar.