Jaulas congeladas en el tiempo y el espacio

Apenas podíamos respirar
en aquel país de humo negro
e iglesias teñidas de sangre.

Vimos muchos cadáveres
sus rostros deshechos
en pequeños hilos de carne.

Durante años apartamos la mirada
catástrofe tras catástrofe.
Decidimos ignorarlas,
pensando que al hacerlo
ellas también nos ignorarían.

De cuando era niño,
recuerdo la contaminación,
el cemento dominando el paisaje
y la ría manchada de sangre.

Las conversaciones en voz baja
y los silencios ocupando lugares
cuando aparecían
los que sólo tenían fe en la muerte.

Recuerdo no jugar con mi madre
cuando lloraba la muerte de mi hermana,
crecer escuchando todo:
lo que no se puede pensar
y lo que no se puede decir.

Recuerdo,
debes tener cuidado
o algún día también
vendrán a por ti.

El miedo se mezclaba con el odio
en el rincón más sucio de mi habitación,
la lucha entre lo que podía
y lo que tenía que hacer.

Odio transparente hacia aquellos
que brindaban con cada nueva tortura.
Hipócritas que después
se escandalizaban con cada suspiro
emitido por dos amantes.

Mi voz sólo repetía en bajo las palabras
de mi madre,
mi cuerpo ardía con la injusticia,
apenas puede conocerle,
nunca pude tener una relación
sincera con nadie,
porque ya nadie quería hablar.

Hablar era lo contrario de sobrevivir.
Lo demostraban los pajaritos idealistas
encerrados en jaulas.
Ya no volverían a volar.
Nunca jamás.

Y un día el Régimen se disolvió.
Como los cubitos en un vaso,
no sin empozoñar el líquido que quedaba dentro.

Los toros encendieron sus astas
caminaban corriendo en manada,
por las calles principales,
destrozándolo todo.

Y los cerdos,
escondidos en sus piaras,
no quisieron saber más del mundo exterior,
prefirieron revolcarse en su fango,
atacar a un enemigo que nunca debió haberlo sido.

Los niños ya no juegan en las calles,
caminamos en los supermercados con desconfianza,
el mundo ya nunca será un lugar mejor.

Los cerdos, orgullosos,
vuelven a asomar el hocico,
deberíamos decidirnos a rompérselo.

Los que jalean la crueldad,
sucios bastardos de piel clara.
Los que odian la humanidad.

La pseudociencia que no justifica nada,
que no permite taponar las heridas.

8 Me gusta

Un poemazo, dónde la doble moral no es pertinente y direcciona la palabra en un único sentido. Felicitaciones.

2 Me gusta

Jo, muchas gracias compañero.

Uff, qué intenso!!
Excelente. Un gusto leerte. :clap: :clap:

1 me gusta

Muchas gracias. El placer es recíproco.

1 me gusta

Tremendo, gran poema, compañero!Esas escenas se repiten cada día en otros muchos lugares del mundo, desgraciadamente.
Acaso eres de Bilbao? Se me vino a la mente en tus primeras estrofas…
Saludos!

1 me gusta

Muchas gracias. Y, sí, me ha pillado, jajaja. Ahora vivo en Mallorca, pero soy de Bilbao. Allí pase toda mi infancia, adolescencia y así está mi familia. Un abrazo!

1 me gusta

Es que lo que relatas no podía ocurrir en otro lugar y provincias aledañas. Entiendo y me pongo en tu piel y en tus letras. Años de difíciles silencios los de tu infancia. Ahora al releerlo, lo corroboro, es un gran poema sobre esa época tan oscura y difícil, y no solo por la contaminación…que también.
Visité Bilbao hace unos cinco años y la vi con otros ojos, ahora creo que sí es una ciudad acogedora y distinta.
Un abrazo Senén!

PD: Tu segundo apellido me dio una pista…:blush:

1 me gusta

Sí, realmente ha cambiado mucho.

Un abrazo!

1 me gusta

Tremendos recuerdos y poema.
Pellizca el corazón.
Enhorabuena, Senén :clap::four_leaf_clover:

1 me gusta

Muchas gracias Mia!

1 me gusta