El invierno derrama su líquido amniótico,
ha roto aguas y ha nacido
esparciendo sus aguas por los secos pantanos.
Un aliento gélido se derrama
por la atmósfera atómica de la guerra,
una fogata calienta los dedos de una anciana.
Las semillas ya descansan en sus barrigas embarazadas,
esperando que se agote el tiempo
en que el invierno críe su crianza.
El prepucio de una montaña pinta de blanco,
mientras más abajo, se hielan los tallos,
el minero pica su tabaco
y, el polvo negro del carbón, se ha asentado.
Comienzan las matanzas.
Por chacinas, criadillas y sangre
sesos, costillas y costillares,
manjares.
Y mientras tanto
Un tufillo de gas se escapa,
por las tuberías del Cantábrico
y otro escatológico,
por los pantalones del rey.
Mientras, en el crudo invierno,
unos se comen a otros.
Reptando por los pantanales embarrados,
los tejados cubiertos de nieve
agujeros en los arados
y los huertos minados.
¿Se acabará algún día?
« No hay nada que la guerra haya conseguido que no hubiésemos podido conseguirlo sin ella». (Havelock Ellis)
Preciosa esa entrada, haciendo un espectacular simil entre la lluvia/tempestad y un nacimiento, un parto.
El prepucio de una montaña pinta de blanco,
mientras más abajo, se hielan los tallos,
el minero pica su tabaco
y, el polvo negro del carbón, se ha asentado.
Espectacular tu poema!
Por mucho, de tus poemas, creo que es el que más me ha impactado en muchos sentidos. Tremendas metáforas.