Ella, guardaba todos sus sueños en una caja de cerillas. Él, ya no sentía el calor de sus mejillas ni el color del repicar de sus zapatos.
El tiempo, se les tornó triste y vacío, presa del reflejo de unos ojos huecos de esperanzas, dejando escapar la vida cubiertos de inmensos desiertos.
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Muy cierto compañero, hay que sacudirse de vez en cuando las arenas de la monotonía. Un saludo
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