Inmanencia

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¿Qué caso tiene ser un fantasma?
un volcán apagado en su núcleo interno
el puerto de nuestra infancia
un rincón de desierto.
¡Padre!
ya no veo esa luz brillante,
embestido queda pues
mi tabique interatrial,
¡Madre!
ahora soy tu almohada en mis brazos,
la parálisis de mis Credos,
el preámbulo de todas mis miserias
mi llanto impávido y seco,
un chirlo crudo de abandono,
una sobredosis de ahogo en las entrañas.
Debo seguir la llanura sin efigie,
enterrar el cielo restante,
callar el ruido del silencio,
mi irreversible cuento del pasado,
completamente derruido
y despoblado de ángeles,
morir sin morir
acuchillado por una cascada invisible
en cada respiro monocromático,
por la anáfora que alucinó
de “te necesito”
por la repulsa de esperarte llegar,
en cada puerta donde no la hay.

Ya no reverdecerá ningún árbol
entre mis grietas,
la uña y la carne incompletas
y agusanadas,
te pienso y acudes
como un verano sin sombra infinito,
hay cosas que nunca mejorarán,
no me perdono
y me aferro al silencio,
al ácido del estómago,
a tu inconfundible aroma
taladrando por dentro,
-Inmanencia -
unidamente y saber
que la caja de Pandora decía amor
y que siempre fuiste el mensajero,
de lo que es desgranar un alma
lo que es cerrar los ojos
y volverte a encontrar…

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