Hay una altura desde la que no vemos nada, esa que teníamos cuando nos creían perdidos en el patio del colegio, en la playa haciendo la digestión, cuando se encendían las farolas y no estábamos en casa, cuando podíamos ir al futuro desde un sótano en el que nos estaba permitido enmendar un error, desde dentro de un armario con luces de reloj automático.
Y mi hermano fue el primero que viajó en el tiempo, y cambió muchas cosas. Después mi hermana, y floreció. El pequeño aún no podía hacerlo. Y yo, yo desaparecí al volver, no llegué a nacer; y lloré, yo sólo quería existir otra vez.
Y fui a buscarme al bosque, dicen los abuelos que ahí habitan todos los muertos.
Y había cabañas con pasillos decorados de incienso, velas de otro tiempo, susurros tiernos que hablaban de mí, del momento en que dejé de existir y las lágrimas caían del cielo.
Y esto sólo fue un sueño que tuve ayer, pero…
¿por qué no volví? Eso no me lo dijeron, no lo recuerdo.