Subo y bajo las escaleras de mi torre de cuento, desorientada revolcándome en el fango saturado de piratas con dientes sin alma y cuencas sin ojos rellenas de miel aguada.
Cuando el eclipse llega me despierta la tramposa invasión a mi refugio de montaña oriental y en mis
orillas se amontona la muerte de mi ternura incomprendida por la terrorista pluralidad inmutable.
A las 7 y las 11 quiero ser un mal recuerdo en la memoria, me falta la valentía del justo reparto. Las
polillas también son mariposas, tonteo con la bombilla engañando al estómago, educadamente hago la reverencia al fantasma de estrella.
Busco una excavadora que saque las piedras de mis húmedas entrañas y vomitar mi resignación y mi cobardía, mi miopía y mi amor impropio.
Quiero pintar con suspiros la oscuridad verdadera
y regalarme un vestido de fiesta de vendimia,
adornar con margaritas mis trenzas,
poner candados y rejas,
con fosos de ojos voraces,
que no vuelva, que no pase…
Que solo en mi resumen anhelo el queso con membrillo de un crepúsculo sereno, el vino del cántaro roto con los pies descalzos sobre las terrazas del rio y las risas de olas y las lágrimas de arena, sin más razones que mis canciones de ballena.
Mª Teresa Torrado Casas