Pasaste los últimos días
postrada en la cama de tu casa
con las zalamerías de tu familia,
con el celo de tu hermano,
con el esmero de tu sobrina,
con la vigilancia de tu esposo,
con la diligencia de mis hermanos,
conmigo en silencio y temeroso
a los pies de tu cama.
Te fuiste tranquila y en paz.
Te amábamos tanto
que decidimos llorarte
hasta que las lágrimas se agotaron,
pero no más,
de lo que tú, madre,
nos quisiste
en tus días de alegría,
porque ese fue el trato
que conmigo hiciste
cuando te fuiste,
llorar sin consuelo
pero solo una vez,
pues el llanto perpetuo
no es recuerdo
es tristeza del olvido…
cuando tu recuerdo
se paseó en mi memoria
mi corazón se recrea
en el ayer de tu presencia
pues tu sabiduría me ilumina.
La tristeza duele
pero se soporta,
y eso madre
te lo debo a ti
como tantas otras cosas
que me has dado en la vida.
Pippo Bunorrotri