Todo pasa, pero él siempre se queda.
Observa callado, distante, desde su posición privilegiada. Tantas cosas ha visto que duda que algo le sorprenda ya; tan solo se lamenta de no ser como la vida: imprecisa, inesperada, atrevida. Y finita.
Pero tiene una función que desempeñar.
El encargado de guardar la solución a todos los problemas, el responsable del devenir de las cosas y del porqué de los años.
Su trabajo es muy simple: dividir su todo en unidades, siempre iguales, y repartirlas entre el resto, hasta que se canse y decida qué termina, a quién se le agota…
Su tiempo.