Afirmaré que es impertinente
decir mucho cuando se conoce lo vasto.
Más aún si sólo se conoce un roce
de un toque de violín.
Más si es de una persona.
Es reconocer
que el mundo es inmensurable
con huellas en la nieve,
la brisa que hierve
y hay un suspiro de anhelo.
Es caminar
solo en un valle de ideas,
que emociona.
Un perpetuo asombro
de lo que hay por descubrir, compartir.
Y de eso, restándole
la única pieza de la jugada,
que no juega,
pero escucha atentamente .
Tácitas o así no lo sean las razones.
Resalto lo implacable pero justa
que es la espera.