Apenas un sonido…
débil en la noche.
Saliendo de las obscuridades,
desafiando al silencio,
mientras la luz de enfrente,
ciega mi vista.
Las palabras huecas
se unen al murmullo incesante.
La habitación aparece
como adornada
de flores rojizas.
Flores!
Que nunca supieron
de mi propia existencia.
Y ahora me encuentro
saliendo de ti.
De tu propio dolor,
que siento muy cerca.
Y así, acurrucado,
noto el calor
del primer abrazo.
Ya sé que serás
toda mi guía
en la luz que se abre
entre tanta tiniebla.
Mi mano se aferra
con fuerza a la tuya.
Con miedo al abismo
de la propia existencia.
Sé que siempre
estarás ahí,
Acompañando mi vida
hasta el adiós
que separe tu vida
de la mía.
Y siempre estarás
en mi corazón.
Corazón que late,
gracias al tuyo.
Y que me dió la existencia!
Te quiero madre.