Un instante varado
entre lo que pulso y pienso más allá de aquel fragmento.
Mil espigas en la boca
que no puedo contener cuando florece el invierno…
Hoy, he bajado al corazón
para arreglar hojas viejas y los besos que te doy.
Un instante varado
entre el alma muerta y la conciencia desnuda…
Una vez ,me dijo: ven y no he soltado sus manos,
lunas de su boca, sempiternas, locas…
hay tanta luz en sus paraísos viejos
y bosques con sol talado…
Me gusta el sabor que llevo…
a media hora de nada porque me sobran los tiempos.
Nunca, nunca pasa nada.
El inventario está hecho desde aquellos hilos viejos,
madejas abandonadas con techos al descubierto…
La dicotomía extrema sobre el agua y el desierto.
Un segundo después
hay calma chicha, pone bandera sobre renglones torcidos,
se apresura la luz al tacto
y sonrío levemente, he vuelto a pisar un charco
que me incitaba a pasiones por prisioneras, mejores.
Ahí no tengo remedio. No hay tinta para este vals.
Una maravilla de pensamientos internos, construidos en metáforas y ungidos en un tiempo entre otoño e invierno, que nos resulta melancólico y nos invita a soñar al lado de la chimenea. Magnífica poesía. Un saludo.
Me gusta el frio, tengo mas actividad en invierno que en verano y sí…la verdad paso el día escribiendo, casi reescribiendo mi vida, los fines de semana como bien dices con chimenea.
Que buen tema, se intuye estaticidad dentro de un desplazamiento inevitable (el tiempo), quizás la razón por la que envejecen las hojas, ya que todas las hojas y los ojos envejecen al mismo tiempo. Las energías se agotan y escasea la tinta para otros bailes. Comprendido el trasfondo orgánico del tema, se siente un regocijo algo nostálgico por el tiempo que pasó sin pasar nada.