Día tras día, caen
las hojas del calendario. Las nuevas
capas que abonarán las semanas,
los meses, el fluir de un tiempo de ficción.
Detritus de la espera.
Capa vegetal, que el arrastre desperezado
de los pasos no logran mover.
Copos invisibles de un tiempo frío
como la muerte y el encierro,
golpean el cristal de las ventanas
del alma enrarecida, lejos
de su confort.
Cual zombis de la civilización
se andan con las velas encendidas
para cuando se logre encontrar la hoguera
el hogar donde prender
el nuevo inicio.
Pero afuera sopla le ventisca.
Levanta la hojarasca que es la humanidad.
Apaga no pocas lumbres,
llenando de sombras esta nueva cueva
en la que aún no aprendemos a vivir.
Me encanta cuando esas ocurrencias que suelo llamar versos invitan a otros a pensar. Ese tema se ha convertido en recurrente en mis poemas, porque también se ha vuelto recurrente en mis pensamientos día a día. Creo que no hemos aprendido la lección de este poco más de año y medio que nos ha tocado vivir. Ojalá no sea demasiado tarde. Un abrazo.
Profundos y filosóficos versos los tuyos con una intensa reflexión personal e histórica, !no creo que no, poeta!!! que no hemos aprendido a vivir en esta cueva, el ser humano siempre es el mismo por mucho que nos disfracen las tecnologías y las ciencias!!! Abrazos!!!
En efecto, @Minada, el ser humano es el mismo, con sus virtudes y sus falencias. Pero de él también nace la poesía, y con eso algo legamos al mundo. Un abrazo, gracias por el comentario
Me ha gustado mucho tu poema Noel. El paso del tiempo, el sentido de la vida, el ser humano, grandes temas de la poesía, sobre todo cuando son expresados de una forma tan genial. Un saludo
Muy gentil tu comentario, @Josmaloz. Esos temas siempre nos acompañan, más en tiempos como los que se viven. A veces la poesía se convierte en el último sosten. Abrazo.