He de olvidar

He de olvidar tu silueta deambulando en mis esquinas más oscuras. Tu forma tan hábil de atraer mis miedos a tu orilla, la que supo refugiarme, pero no dudó en arrastrarme de vuelta cuando la habitaba gustosa.

Nunca en la profundidad flotó tanta tibieza, hasta que mojaste tu indiferencia en mí.

He de olvidar el insomnio compartido, ese en el que la vulnerabilidad nos hizo creer que sumergir las frustraciones en la cama era la mejor maniobra para ser más nuestros. Pero no supimos cómo despojarnos del anhelo al despertar, y la realidad nos rompió. No hubo fuerza para dar patadas de ahogado.

He de olvidar esa búsqueda constante de mis piernas por las tuyas. Las noches en las que éramos un nudo, un nido, un nada, un todo. Ese absoluto en el que solo cabían nuestros sueños más grandes: Azul, Vania Mayté, Valeria, el perro, los gatos, los lienzos, los poemas, mi luz, tu oscuridad. Todo lo que nos distanciaba de ese adiós que bien supo cómo alcanzarnos.

Pudimos ser isla, árboles, pájaros, mar, tempestad y quietud, el mar más brillante y el bosque más sombrío, pero olvidaste cómo ser compañía y no quisiste ser acompañado. Desligaste tanto tu tacto del mío que el frío del medio nos arrastró a orillas opuestas de las que no tratamos de volver.

He de olvidar el sonido de tus pies descalzos en la arena. Los pasos, las huellas y esos bailes eternos que nos vieron carcajear y sollozar. Esa tertulia mañanera que tardaba lo suficiente como para reafirmar que la magia de las palabras no está en quien las dice, sino en la mente del que cree escuchar lo que quiere y necesita. Qué falla no prestarte mis oídos.

He de olvidar tus acuarelas y pinceles rondando por la casa. Las noches largas de trazos firmes y palabras frágiles. Ese mar de emociones que te resonaba dentro, constante, pero nunca supiste cómo reflejar. Tu forma tan peculiar de llevar a la muerte en cada pintura. Esa escolta silente, paciente, pero profunda y constante. Ella a diferencia de mí, sí supo cómo arraigarse en ti.

He de deshabitarte, salirme de esta piel que ya es más tuya que mía, vaciarme de ese consuelo que dejaban tus abrazos a tiempo, y esfumar nuestro olor de las paredes de esta habitación.

He de abandonar todas las imágenes y sonidos que me llevan a ti. Hacer las pases con el silencio, con el tiempo, con las palabras dichas y también con las que se quedaron dentro. Perdonarnos para entendernos. Y viceversa.

He de liberarme, soltarme del calor de tu cuello en las mañanas, de la frescura de nuestros pies rozándose al dormir, y de esos lamentos míos por encontrar en la sala tus tantas tazas de café. He de olvidar el compás de tu caricia húmeda rozando mi más grande cicatriz. Esa que tus manos memorizaron lo suficiente como para duplicarla en otros lados de mi cuerpo.

He de desaprenderte, olvidar tu forma de besar, abrazar, sentir, llorar, reír, gritar, temblar, andar. Ignorar cómo era compartir contigo la nostalgia y cómo esta era más liviana aún permaneciendo a tu lado en silencio.

He de despojarme de tus ansias y temores, de tus espíritus y fantasmas, de las quejas, llantos y batallas en común. He de desposeer tus manías y expresiones, el lenguaje que creamos sin querer, las bromas exitosas y los malos chistes, nuestra mejor y peor versión.

He de desconocerte amor para no repetirte en otros cuerpos.

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He de confesar, que lo he saboreado. Esa forma de contar y escribir que has plasmado en el poema. Versos muy auténticos :clap::clap::clap::clap: me identifico con tu forma de escribir.