Hay un silencio antipoético
en este día que poco pretende,
yo espero ver un árbol caer,
o escuchar a un bebé lloriquear,
que alguien se rompa una pierna,
que alguien me diga que ha muerto mi perro.
Tanto silencio me nubla de hastío,
tanto sosiego me enferma de muerte.
Quiero que un rayo caiga sobre una tortuga,
que un cuervo devore a un león,
que un charco masacre a un adonis,
o solo ver como corren las savias.
Algo necesito de este pobre día,
algo que cambie de forma en el aire
o que altere la paz de las piedras.
Una señal en la luz de la arena,
una familia de gansos huyendo,
una mantícora de humo,
un remolino.
Algo que atienda a la vida.
Sigue averiada la aguja del tiempo,
la máquina que teje memorias,
las manos de torpe engranaje.
No pido más que un loro en el hombro,
o un zángano entre la miel,
una embestida de automóvil,
o un crepúsculo ardoroso.
Esto que hoy veo no es el mundo,
es un pañuelo para las lágrimas de un poeta.