Hay momentos que no terminan
quedan suspendidos como una nube
endulzados por el tiempo
pero están sin resolver, si rematar,
son como pequeñas angustias
que se pinzan en el estómago
como un recuerdo amargo o desgastado,
como una piedra en el zapato
que se clava, insidioso, a cada paso.
Son esos contratiempos pasados
que la memoria desdibuja y rebaja,
por doliente, por vergonzante, por olvido,
quedan ahí, colgados en el vacío
y nunca avanzan y nunca se marchan.
Están guardados en pequeñas cajitas
en el armario de los trastos viejos
con el polvo y la pátina de los años
que aún perduran,
son borrosos errores
que se perciben en los espejos
a veces vacuos, a veces significativos
que la mente modela a su antojo,
a veces con errático trazo
a veces con trazo firme y oscuro.
Astutos y obstinados
no se expulsan ni se borran
porque están con tinta negra tatuados
sobre la piel blanca de la conciencia muda.
AP Photo/Lionel Cironneau