Y así llegan algunas cosas… y algunos…
…hasta la raíz, quebrando y devastando.
Ay, cuántos ecos en mi cabeza,
cuántos gritos y cenizas.
Mi dios, sus huestes…
y su mítico castigo.
Ay, llegaron sus jinetes
y lo abatieron todo.
Y de aquel vasto imperio,
próspero y justo;
de aquel vergel mío,
verde y perfumado…
Ay, de todo aquello,
de toda aquella grandeza,
solo quedan los olores,
la lengua del cronista,
y el crujido de las hojas
bajo unos pies…
…que no son los míos.