Yo no sé de amor.
Sé de amar.
Actos. No palabras.
Y si se descalabra
—¡por fin!—
la oxidante escisión
entre el soy y el somos,
una es la razón:
hacia tu mirada.
Y esto es así
porque, para apoyarme en ti,
no necesito tu hombro,
sino tu hambre:
ese apetito inflamable
contra el cual
detonar mi corazón.
Mientras estalle…
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