Hablar quisiera bien del enemigo
y pensarlo también del poderoso,
que resultar pudiera peligroso
jugarse a la petanca todo el trigo.
Inocente de mí que aún persigo
librarme sano de cualquier acoso,
viendo que por iluso y presuntuoso
sólo de mis desgracias soy testigo.
Que instalado en la crítica, desgasta
sin pausa las neuronas del cerebro,
como de vez en cuando a mí me ocurre,
cuando decir no logro nunca, basta,
incapaz de frenar cualquier requiebro
aún sabiendo que el marrón me aburre.