(A los resistentes de la dictadura franquista)
Cuando me cuentas… los ojos siguen turbios,
obligados por el silencio que impone el secreto.
La palabra que se guarda el perseguido.
Bajas los ojos buscando el refugio del suelo.
Dices que ya no pueden dejar de ocultarse,
y que te duelen los años cuarenta, los cincuenta, también los sesenta…
todos los años de pan negro, de lentejas y gorgojos, de cartilla de racionamiento,
y de ese frío que desciende de esos cielos de sangre,
… que no deja de aullar.
Y sientes vergüenza, porque el dolor te quiebra,
y no quiere que el temor tiemble, porque quieres resistir, un poco más,
ahora que el final está cerca, porque eso es lo que has hecho en la vida.
No,… no quieres que se te llene el alma de temblores,
no quieres que la debilidad gane la partida,
y con la voz crispada por la emoción, dices no… esa derrota no.
Y es cuando veo cómo se te contrae el cuerpo, por los espasmos del llanto,
por retener las lágrimas y evitar su amargor.
yo estoy ahí, impotente, incapaz de consolar.
Y solo puedo darte las gracias, por luchar, por tu mudo llanto, de rabia,
pero no se como decirlo… y callo, y me duele mi silencio… no saber.
Y te quiero,
te quiero con un amor agradecido a tu generosidad.
Hecha de dolor,
de las heridas pequeñas que humillan,
por el relente de la represalia
que cubrió con sombra dura, los años,
por la huida permanente
por la cárcel y las palizas,
y por el miedo a la boca del fusil
que apuntó tus días.
Y cuando sientes que la voz recupera el equilibrio,
levantas esos ojos que contienen la humanidad,
la decencia… y miras…
Miras la vida de frente y ves que estoy ahí,
y me preguntas… ¿Cuándo vais a rescatar las palabras de los muertos?.