Quemas como el fuego,
pero despiertas peligros
de soledades y angustias,
que dejan el corazón tembloroso.
Miedos del vacío obscenos
y agobios de tu inmensidad.
Extraviado y perdido,
Escondes en tus ojos,
el fulgor de alguna estrella
presa sin piedad.
Dentro de tu mirada siento
ese daño, ese frío,
ese quemante hielo,
por el que sigo callado y mudo,
encerrado… ¿desde cuándo?
…quizás una eternidad.
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