A las puertas oscuras
del inmenso silencio
ejerzo mi destino.
La noche es un espejo
aturdido de sombras
que asoman la cabeza
por un hoyo minúsculo.
Se deshacen perplejas
de soledad e insomnio
las almohadas roídas,
cansadas de soñar
con los mismos anhelos,
abortados en años
que perecen sonamámbulos
en medio de la niebla.
Estremeciendo el aire
en un brutal aullido
cargado de memorias
errantes, que avanzan
arrastrándose lentas
en medio de las calles
donde fuimos felices,
esas pequeñas huellas
de ayeres coloridos
es todo lo que sigue palpitando.
Hoy quedan suspendidas
las risas pasajeras
flotando en los senderos
que rondan al olvido.
Apenas un atisbo de luz
en las pupilas
será toda mi carga,
y esta ausencia tan nítida
se irá difuminando
poco a poco en el viento.
Un montón de fragmentos desprendidos,
de la herida mortal del sinsentido
es todo lo que somos…
Y aquí pasan mis pasos,
expectantes,
en medio del ocaso
de un mundo que se marcha,
estirando el abrazo
con todo lo que queda
hasta tocar mi falta.
Se incineran los rastros,
los pasos, las miradas.
Un tiempo de reencuentro
que acontece lejano
de todos nuestros rumbos,
y exhala en vendavales
cubiertos de cenizas
los rostros retorcidos
de los que no regresan.