Y te confieso -
que hay una visión tuya
en mi dosis letal,
olas feroces sobre el acantilado,
un bosque sin lechuzas,
hojas que nacen
y mueren del mismo tallo.
Porque corrimos en la misma travesura
y sobre las lágrimas del otro,
la expedición terminal
en los tildes de la piel,
el estudiante y el maestro,
conteniendo el hambre,
mirando el fuego,
despertando juntos.
me duele lo extraño
y lo intruso,
superficies heladas,
los miligramos amargos
desde tu camisa verde,
juventud inexpresiva,
la convulsión de los relojes,
el mismo ogro sin despedazarnos,
cada murmullo
sin despedirnos.
¡Era más fácil a la distancia!
tantas veces que chocamos,
diques de una noche sin su manto,
agua incontrolable en su remanso…
Propulsión y adrenalina,
Cuando nos dimos hasta reventarnos
como un par de globos que ríen al sol,
en la anatomía de inquebrantables juramentos,
en tus gestos de un sonido sin color,
besar tus ojos -
hasta prohibir el roce de la eternidad -
sin llamarte mía,
mía y solo mia
en cada aliento
Y en cada llanto.