Mesa hermosa, linda alborada…
con mi profesor almorzaba.
¡Ay pero que cosa tan fea
cuando mencionó la tarea!
El alma poco a poco se me airaba,
y en aras de la claridad abogaba:
−En tu clase, hasta se me cae la baba…
mar tranquilo, nada de marea:
las cosas como uno las desea…
mas en casa mi paciencia acaba:
ya no escucho a la musa que cantaba.
Habló el maestro con su tono humano:
−Ser tan explícito, resulta poco sano:
nadie escarmienta en cabeza ajena,
ni modo de llevarte de la mano;
no te quejes y culmina la faena.
Garrido cuerpo, el más lozano,
de todas las niñas la más «buena»…
como siempre pasaba muy temprano,
y algo susurre por su melena…
Bofetada me puso sin desgano,
carcajadas se burlaban de mi pena:
−Muchacho bruto, respeta el gran abismo,
tan explícito resulta grosería;
el descaro no es lo mismo que erotismo:
lo rebaja a la vulgar pornografía.