Hoy,
las bocanadas del tiempo
timonean sobre las mejillas silentes, como lo hace siempre,
y como lo hacía antes.
Y
sobre lo vivido,
y ensimismado, y también ilusionado.
Tal vez, porque intuyes qué camino seguir,
o cuál retomar, mientras
respiras.
Pero
desde el ángulo nocturno,
bosquejas los destellos de la luna dormida, sin importar
del viento, cuando silba por tus entonces.
Aun así, contienes el aliento, en tanto los ojos cerrados
se extasían de penumbras prolongadas
y de estío divino.
Como también
de pigmentos columpiándose alrededor.