Tiemblan mis manos…
por inercia, por vejez, al descubrir cada día una coincidencia exacta,
un gramo de barro nuevo…anticuado en el esfuerzo y el deseo después;
por sostener la pared, aire de universos libres que cuajaron en la piel
cuando regalaba un sueño y sobra la nada tejiendo melancolías;
dispararme sobre un pie y sonreír reponiendo la materia…
Qué curiosa medida de distancia con horas en versos apagados…
demasiado joven para quedarme, viejo para seguir respirando,
cansado según qué espejo;
Hecho trizas si ralentizo mis sueños…me pasa como al vencejo,
solo quiero estar volando.
Camino inescrutable que nadie preguntó excomulgado el axioma,
guardo cola, desván de tiempos sin nombre y un número de la suerte.
En la sala de paciencia, solo huele a ingravidez.
Bailan mis dedos…
a esta música infinita en compás de gotas rotas y razón buscada;
por olvidar el recuerdo, por recordar esos huesos que nunca quejaron…
por picotear sulfuros y saltarme los destinos y mezclarme con la hiel
hasta el infinito, emborrono la pared de la lengua, cal para suturas nuevas.
Amable. Mirada fija, como un botón o una Iglesia a fin de mes…
traza la dieta del cero, lentamente enumera un larvario de ocasiones,
arsenal químico exacto sin placebo de poesía. Batas blancas
Sonrío…también mis dedos, mis manos se vuelven locas,
solidarias en la risa y prisioneras del miedo; adivino el aguacero,
creo que voy a perder… la sinceridad…
llega a buscarme la muerte, ha apuntado en su cuadrante
el día más delirante, la comida más furtiva, un verso desconocido
para poetas sin nombre. Epitafio: Caminé sobre la luna…
Pedro…de momento. Septiembre de 2023