Epicentro de tus estaciones

Todos somos silencio.
Palabras que nunca pronunciamos,
lágrimas no derramadas,
planes no realizados,
pensamientos desconocidos en el exterior,
miradas que duelen,
ojos enrojecidos,
sentimiento de culpa,
incapacidad, insatisfacción
y lecturas en soledad.

Móviles apagados,
voces metálicas que contestan por él,
mensajes de voz nunca escuchados,
ventiladores,
charcos de agua,
vigas en el techo,
brillo de azulejos,
frustración.

Luz tenue,
proyecta sobras contra la pared.
Siempre en silencio.
La radio que se estropeó
y nunca llevaste a reparar.
Cartas de amor vergonzantes
en la caja del armario.
Nunca las leyó
y ya no lo hará.

Demasiado egoísta para quererte.
Demasiado ocupada en sobrevivir.

Fin del cuento.

Y todo debería ser de otra manera,
pero no lo es.
Y la comida se te ha quemado por cuarta vez esta semana.
Y los espejos insisten en devolver un extraño ruido,
el que tu silencio esconde
de tus noches en vela,
del rostro envejecido,
de la piel colgante
y las expresiones grabadas en ella.

Recuerdan que eres humana.

La historia no empieza ni acaba,
dentro de un tiempo se desvanecerá,
los árboles amarillos del otoño,
paquetes rojos en navidades y
amaneceres naranjas en primavera.

Hasta que te encuentras,
fumando un cigarrillo en la playa,
enganchada a un libro sobre la arena.

Ya es verano.

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