Sonríes,
entre las dentelladas húmedas de la umbría
el azahar alado levita en el amanecer,
indemne late en los huesos el tambor primitivo,
itera el sedoso esplendor del universo,
se descuelga del pañuelo de la bruma
otra paloma nívea,
acampa en el beso primaveral
el espíritu sosegado,
y algún Dios te mira
y alguna estrella revolotea a tu lado.
El albedrío impostor retoza
en las yemas de un deseo,
cruje el deshielo traidor
en las venas de un río,
algo reluce porque algo se oxida,
envejece una herida, retoñece un amor;
sonríes,
entre la batalla y la tregua
ajena florece en el caos
la flor de la caléndula.
La lluvia, esquirla del viento
en irreversible anarquía,
arrastra el esqueje del instante
hacia otro comienzo yermo;
vendrán renacidos ánades
de otros tantos muertos de la energía.
¡Sonría, por favor sonría!,
usted es semilla -tal vez espiga-
del firmamento.