Los puntos de las íes,
boinas
que abandonaron las testas
de sus escúalidos
señores.
Las consonantes
explosivas exhibicionistas
las unas,
discreta argamasa
entre las vocales
las otras.
Los acentos,
díscolos emancipados,
no gritan
pero reivindican
su énfasis
sonoro.
Los versos,
paralelos eternos
que el software
bien dispone.
y así, todos a una,
diligentes encienden
para el empecinado
soñador,
el fuego inesperado
que deslumbra
y desconcierta.