Si, lo sé —bueno, en realidad más bien me lo imagino—. Con sus equinos labios de negro belfo, la malicia que le pone al beso, roza la rosa… y el escalofrío enciende los tactos furibados.
Él —con el beso y con la lengua gala— embriaga a la novata rosa y a ella se le olvida que los muslos deben apretar los peldaños.
Y en un descuido reláxico, el puñal de carne, cual larga aguja, atraviesa el rosáceo corazón en pálpito sísmico.
Ella… deja de ser ella y por el dolor amado pasa a ser la trizadura de otra cosa.
Su carne trémula de niña enadultada por la ternura de la fuerza, se desvanece lento y borracha, entre los bruscos vaivenes en los que por oleadas les salpica la sangre.-
Chane García.
@ChaneGarne.
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