Entera

Me susurran los árboles tu risa de feria de verano.

Veo a lo lejos un túnel de plata denso, la estación
abandonada sin despedidas.

En la fragua, al atardecer, voy floreciendo despacio, temblorosa, frenando el incendio que me alcanza.

Las facturas me consumen, las prefiero desordenadas, sin horizontes e infinitas.

Una ilusión, un milagro, un cuento, una fantasía, un absurdo sentimiento almacenado a golpe de la
crítica a la unidad sorda y miserable.

Soy el ama de llaves de la casa sin cerraduras, siempre apagando luces de bombillas fundidas.

Y la inesperada mudanza es una persiana casi bajada.

Me deslizo dormida por el hueco que forman tus manos y fluyo descontrolada golpeando fotos, sintiendo la no pertenencia olvidada.

No utilizo los posesivos ni para los objetos, pero mis piedras me hacen flotar en el tiempo.

Iré por el camino sin rumbo hasta encontrar la aburrida y lánguida carretera, tu espérame junto al rio al lado del semáforo.

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